Fue sin querer, es caprichoso el azar... que me ha regalado palabras y otras cosas..., aunque no haya sido él quien me ha traído hasta aquí

Ando descalza siempre que puedo. Me gusta rodearme de colores, como si estuviera en el centro del arco iris, pero, sobre todo, me gusta el naranja. Desafino al cantar. Leo. Leo. Leo. Leo. Leo. A veces, intento escribir. Me gustan el olor del mar y del pan recién hecho. Sentir el calor del sol en el rostro. Dejar pasar las horas en la terraza de un café. Una vez me dibujaron el Teatro de la Opera de París en la servilleta de un restaurante de la calle Saint Jacques, mientras al piano, sonaba La Bohème. Si tengo una cinta en las manos, hago compulsivamente falsos nudos, sin poder evitarlo. No tengo sentido de la orientación. A menudo me descubro soltando frases desconcertantes, que no vienen a cuento, en mitad de una conversación y, ante las caras de asombro, siempre acabo diciendo lo mismo: "no tiene nada que ver con lo que estamos hablando, verdad?". Colecciono ángeles y creo en las brujas. Hace muchos años fui una india morena y triste. Suelo tener las manos frías. Han dicho cosas bonitas de mí..., e incluso me han escrito poemas. He dejado atrás muchas ciudades. Paso demasiado tiempo en aeropuertos. He querido dos o tres veces, pero sólo he amado una. Amo ahora. Pronto contemplaré a su lado una puesta de sol sobre el Tajo, en Lisboa. Prometí que nunca volvería a Lisboa, si no era con él. Puedo hacer cualquier cosa por una buena tarta de queso. Sueño con una azotea, en verano, una cena de pan, queso y vino tinto, amigos y risas alrededor de la mesa, con una cocina grande... Vivo bajo la lluvia y como chocolate...